martes

Simón, por orden alfabético

Simón mide con su mano el valor de las monedas que le quedan en el bolsillo, unos pocos pesos a lo sumo. Las deja para el regreso de la noche, cuando esté cansado y hambriento de llegar a su casa, piensa que por esa plata algún camionero lo va a dejar viajar con la carga. Ahora solamente camina con la mirada fija en el asfalto, en el pasto que crece en la banquina y en los autos que pasan rápido por la ruta.
Sabe de memoria que todavía le queda pasar por tres ranchos y por una casa antes de llegar al galpón. En el segundo rancho vive la familia Ramírez y es la única que él conoce. Ahí les puede pedir algo para comer, aunque sea un poco de pan mojado en leche.
Lo empieza a rodear el amanecer, que es rojo profundo y que le irrita los ojos. El aire, todavía frío de oscuridad, se va disipando con el albor.


Saca del bolsillo el recorte de diario que le hizo llegar su tía Paulina, dónde dice que piden gente. Sonríe solo en medio de la soledad del campo, pensando en lo bueno que es tener algo para hacer.
Pasa por lo de los Ramírez. Da unas palmadas, golpea la puerta, pero el rancho está vacío. El hambre le aprieta la panza. Rodea la casilla y entra por detrás. Piensa que a su amigo Eugenio no le molestaría encontrarlo en su casa, no sabe si piensan lo mismo sus hermanos. Encuentra un poco de pan y de café.
Cuando está por salir siente unos ruidos, son los perros que vienen a las corridas jugando. Lo reconocen de todas las tardes que pasó en esa casa. Se le ocurre esperar a Eugenio, pero no está seguro de que hora es y decide que es mejor apurar el paso y llegar primero, no sea el caso de que tomen a los hombres por orden de llegada.
Cuando está por salir se encuentra con el hermano mayor de los Ramírez que lo mira confundido.
Sigue su camino a la vera de la ruta. El sol va pegando cada vez con más fuerza. Ve a algunas lechuzas reunidas en grupo como chismosas de feria.
De un auto que pasa muy rápido le gritan algo.
Se le cruza una banda de cuises y en el suelo encuentra una correa que usa como cinto para rodearse la cintura. Se ajusta así el pantalón bien alto y puede caminar más rápido sin arrastrarlo por el piso.
De lejos empieza a divisar el caserío en las afueras del pueblo, y más allá el galpón de materiales.
En el aviso pedían hombres jóvenes para carga y descarga. Cuando llega ve una mesa con un empleado del galpón y un montón de hombres detrás. Los ve acercarse de a uno, mientras el empleado los va llamando.
- Antes tenés que llenar la ficha, le dicen. - Después te llaman, por orden alfabético.
Simón con paciencia llena su ficha, la entrega al empleado, se corre hacia uno de los costados y espera.

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