lunes

Manchas de pintura

Decidiste salir y no te cambiaste los pantalones con los que habías estado trabajando todo el día, unos jeans anchos, raídos y manchados de pintura. Buscaste un lápiz y te pintaste los labios de rojo sin mirarte al espejo. Siempre hacías eso y te quedaban bien. Tenías el pelo revuelto y te peinaste así nomas con los dedos, algunos mechones a la derecha, otros a la izquierda. Pensaste que ya te tocaba hacerte color, las raíces marrones estaban asomando y aunque odiabas las peluquerías ibas a tener que ir a una, porque te diste cuenta que no sabías teñirte sola. Encontraste las llaves tiradas en el piso, entre los óleos que habías usado ese día, todos en la gama del amarillo. Agarraste algo de plata y saliste, el lugar quedaba a dos cuadras, casi a la vuelta de tu taller.
Hacía tiempo que no ibas al boliche pero igual en la entrada te encontraste con unos amigos. Se quedaron en la puerta fumando un rato, ellos convidaban. Vos mientras tanto mirabas a las chicas que iban entrando, viendo como estaba el ambiente después de tanto tiempo. Te pareció ver mas minas en pareja, muy pocas parecían estar solas.
Apenas entraste, el tufo de la atmósfera te hizo acordar de golpe todas las noches que habías pasado en lugares como este, mucho olor a alcohol, a cerveza derramada, a cigarrillo fumado a escondidas.


Fuiste a la barra y la chica que servía los tragos te hizo acordar a Ingrid y vos pensaste, no tan pronto, please. Era alta, espigada, con las manos huesudas de dedos largos y prolijos, las uñas largas pintadas de negro. Miraste alrededor a ver si empezabas a verla en todas partes, pero el ambiente recién estaba llenándose.
Te fuiste a un rincón a tomar tu trago, te ardía un poco la garganta. Te sentiste protegida por la oscuridad del lugar que habías elegido para observar a los demás. Estaban sonando canciones con esos ritmos latinos que odiabas, siempre tenías que aguantar un rato de esa música y justo al lado viste que estaba parada una chica que conocías de un curso de verano. Era una rubia. El curso lo habían hecho juntas aprendiendo unas técnicas de grabado increíbles. Se saludaron y charlaron un poco, le preguntaste si iba a volver a tomar otro curso en enero. Ella te dijo que tal vez si. Estabas un poco sacada y quisiste darle un beso, pero la rubia te empujó y te miró diciendo, que te pasa, pará un poco.
Por fin cambiaron los ritmos y después de un par de temas de electrónica estaba sonando Creep de Radiohead y te pusiste a bailar cerrando los ojos como si estuvieras sola, adentro de tu cabeza y no rodeada de otras. Necesitabas un momento para conectarte con tu cuerpo, para ver que sentías, donde estabas parada. Ya habían peleado muchas veces, la mayoría porque te reclamaba que le presentes a tu familia, pero vos decías que eso no iba a pasar nunca. Otras porque ella quería que pasasen mas tiempo juntas y vos siempre estabas en proyectos, en luchas. La última vez habías ido de noche con tu grupo de pintura y en un tiempo récord habían pintado en una pared lateral de la Catedral mi cuerpo es mío o algo así, mientras vos hacías un dibujo de una mujer golpeada. Mil veces le habías explicado a Ingrid que tenías que sacar la pintura a la calle, aunque fuese por unas horas, hasta que la policía venga y los corriese a palos.
Miraste al rededor y viste que tenías bailando muy cerca a una gordita escotada, con los ojos bien delineados y marcados de rímel. Te quedaste ahí viéndola. Te fuiste acercando de a poco, el lugar se iba llenando y de a ratos te tocaba rozarla.
Te preguntó si no te dolía el piercing que tenías en la ceja, vos le dijiste que solamente cuando te lo hicieron. Después te preguntó sobre las manchas de pintura en los pantalones y enseguida se pusieron a hablar de museos y de los gustos en común por pintores. Te contó que trabajaba en una oficina municipal y que en su tiempo libre estudiaba actuación. A vos te pareció haberla visto en una obra, la gordita se puso muy contenta y enseguida te habló sobre lo que venía ensayando este último tiempo y te empezó a recitar algo en inglés, que entre la música, el ruido y lo que habías fumado te pareció muy gracioso, pero te mordiste los labios para que no se te notara la risa.
Miraste para un costado y viste a la rubia abrazada con una y te pareció que era Ingrid. Pensaste no puede ser que haya venido justo acá. Hacía seis días que no se hablaban y nunca habían pasado separadas tantos días. Estabas segura que se había ido Areco, a la casa de sus viejos. Siempre hacía eso cuando estaba en crisis, sus viejos la bancaban y la querían, te diste cuenta que ibas a extrañarlos a ellos también, esos días de campo pintando acuarelas al aire libre.
La gordita hablaba sin parar y a vos te servía para distraerte. Le contaste algunas cosas que hacías, el trabajo con los chicos de la villa donde ibas todos los jueves. Te emocionaba hablar de ellos, de como se enganchaban y disfrutaban de un rato de creatividad en medio del caos en que vivían. Te parecía que a la gordita la calentaba tu rollo, tu historia de militancia, la imagen que dabas de vida bohemia. Ella no podía saber a todo lo que habías tenido que renunciar. Lo que te había costado dejar atrás a tu familia, irte de tu casa y después de mucho laburo hacer ese viaje a dedo, con el sueño del Che en la cabeza. Y lo que te había costado hacerte un nombre en el ambiente.
No te acordás como llegaron a un sillón y como después de un rato no muy largo ya estaban besándose con todo. Al principio te dejaste llevar, necesitabas un poco de alivio, pero te empezaste a sentir asfixiada con tanto abrazo, tanta palabrita al oído, tanto demasiado muy pronto.
Después se pusieron a bailar y vos ya estabas en otra, mirando alrededor. La gordita te tocaba el pelo y vos dejabas que te acaricie como haciéndole un favor.
Le dijiste que tenías que ir al baño, pero volviste a la barra a buscarte otro trago. De lejos la viste bailando, moviéndose dentro de su propio mundo. Ya no te acordabas en que obra la habías visto ni de que habían estado hablando. Después te fuiste a un rincón lejos de la música y te pusiste a ver las fotos de Ingrid en el celular, algo que te habías prohibido hacer. Después la llamaste. No tardó en atenderte y ni siquiera te preguntó donde estabas, solamente habló y vos la escuchaste despacito absorbiendo su respiración y con esa voz muy suya entre dormida y mimosa te dijo que te extrañaba.
Tus cosas habían quedado tiradas en el sillón. Cuando volviste a buscarlas miraste a la gordita a los ojos lo mas rápido que pudiste y le dijiste: hasta acá llego. Te pareció que algo en ella se desmoronaba pero agarraste lo tuyo y te fuiste.
Pasaste rápido por el taller a buscar el bolso con tus pinturas. El próximo micro a Areco salía a las 5 y 10.

2 comentarios:

oh nikita dijo...

muy bueno!
me gustan varias frases, me queda sonando ´tanto tan demasiado tan rápido´, y la voz entre dormida y mimosa, y cómo la ve en todos lados,
salen sensaciones que no están dichas en las palabras...

Matías Lucadamo dijo...

muy buena la continuidad !!