domingo

Tristeza urbana

Como tantos otros, padezco de algo llamado tristeza urbana. Mi analista me dice que la tristeza tiene que ver con la cobardía y yo creo que tiene razón, es una de las neuróticas formas de ser cobarde. En esos momentos me tiro a escuchar a Tom Waits cantando The Briar and the Rose o a kd lang cantando Hallelujah de Leonard Cohen y de a poco me meto bien dentro de esa gran nada que elijo con pereza o con goce, como dice mi analista.

Fue un novio, cuando apenas lo conocí en mi adolescencia, el primero que me habló de la tristeza unida a la soledad. Él decía que cuanto más rodeado de gente estaba, mas solo se sentía. Ese novio era un joven de piel oscura, ojos negros y acuosos que había nacido en un país exótico. Usaba un bigote espeso, que ahora debe estar más blanco que el negro que era antes. Había trabajado de taxista y hasta de intérprete y tenía una boca terriblemente rencorosa, que al final de nuestra relación terminó lanzando espuma cuando me ladraba con rabia. Su madre era muy flaca y un poco déspota, pero cocinaba un cuscús delicioso y su padre era pelado y narigón. A sus dos hermanas al final las terminé queriendo mucho más que a él.
Me fui de la que fue nuestra casa con lo puesto, pero él me reclamó hasta el potus. Por suerte no lo ví nunca más pero la tristeza urbana de la que él hablaba sigue presente. 


Ahora te imagino que estás solo en una ciudad gris, en un lluvioso domingo al anochecer, y que mientras la humedad se te va filtrando en los huesos fumás tu último cigarrillo y escuchás como retumba en el bar vacío un tango desde una radio que sintoniza mal, que en la mesa donde estás sentado cerca del baño te ahoga el olor a encierro y que pagás con la última moneda que te queda, mientras una cucarachita te camina por el pocillo del café, que hace rato ya está frío.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusta mucho.