martes

Porteños como yo



Camino y miro a la gente a los ojos. A la chica de jean y pulóver violeta o al otro con traje gris claro y portafolios o al chico de la gorra y el buzo de los San Antonio Spurs o a la mamá con el bebé en un cochecito caro. O a la vieja vestida con un abrigo beige y falda rosa o al otro que pide y está descalzo. Lo hago buscando una cara conocida entre las cientos que me cruzo en un día pero pocas veces reconozco a alguien y todas terminan siendo caras anónimas. Comparto con todos la ciudad y ellos también como yo son porteños, aunque muchos ya sé, están aquí de paso.

Me imagino que me encuentro con cualquiera de ellos en un lugar muy lejano, digamos en China y que de casualidad nos escuchamos el acento, la entonación, hasta nos miramos los gestos y la forma en que caminamos. Nos reconocemos próximos, nos saludamos, a los cinco minutos sabemos en que barrio crecimos, de qué cuadro somos, qué nos trajo a China, si vivimos o volvemos, cómo son nuestras familias, dónde se consigue yerba, nos reímos de los chinos, nos palmeamos en la espalda sonriendo y quizás hasta esa misma noche vayamos a escuchar unos tangos a ese boliche para turistas y yo que nunca lo bailé por primera vez me anime.
  

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