domingo

Viernes 13

Apenas llego tengo un email de Gaspar pidiéndome que revise unas facturas. El mensaje lo mandó anoche desde su casa a las once y media y dice que a las cuatro tiene una reunión con Peter y que necesita saber si nos estuvieron cobrando de más. A media mañana me dice que los llame y me recita en voz alta palabra por palabra lo que tengo que decirles. Yo para no escucharlo me distraigo observándolo: la barba rala de mucho días, de pelos duros, largos y separados, la camisa arrugada fuera del pantalón, en el dorso de la mano izquierda tiene anotado algo en birome que no puedo leer. Pensar que en algún momento Gaspar me pareció un tipo atractivo y varonil. Le digo a todo que sí pero son cuatrocientas trece facturas. Cuando se pone de pie, me vuelve a repetir que llame. Al rato ya tengo desparramadas en mi escritorio las facturas que me cercan como barrotes, veo que son todas parecidas, pero no iguales. Vienen los del streching ponen música y las que me rodean empiezan a hacer los ejercicios mientras se ríen fuerte. No puedo irme ni tampoco quedarme, entonces cierro los ojos y con los auriculares puestos prendo la radio que está en una estación de música clásica pero que sintoniza mal. La muevo y se cambia a otra señal también de música clásica y entonces la música fluctúa entre: orquesta a todo trapo en movimiento finale y pianito solo tocando sonata.
Al mediodía paro aunque no tengo terminado ni la mitad. Salgo rápido para Plaza San Martín, hace un par de días saqué turno para subir a la Torre de Babel de Libros. Llego acelerada y con el almuerzo a medio digerir. Una chica simpática me regala un broche, filmo, saco como cincuenta fotos, todo lo que veo me parece hermoso y poético. Un poco me olvido de mi mañana, pero no del todo, en unos minutos tengo que volver. En el aire cuelga El Principito con el fondo de la calle, parece que el libro va a caerse cómo su dibujo final. Veo la estatua de San Martín que señala el cielo de los autores y entre las hileras de libros la gente parece una miniatura. La estructura asciende en diagonal y de los veinticinco que entramos debo ser la última que queda. Cuando intento subir al quinto y último piso el señor de seguridad no me deja por no se que problema con la baranda. El señor me lo dice muy tranquilo pero yo le contesto muy mal. Es que necesitaba urgente pelearme con alguien. 

No hay comentarios: