miércoles

Una caja con botones

Por el lado paterno mi familia es de las que guardan, mi abuela Syma guardaba todo. Cuando tuve que vaciar su casa, estuve seis meses yendo unas horas cada tarde agarrando cosa por cosa, mirándola de cerca, estudiándola y decidiendo que había que tirar, regalar o seguir guardando. Pasé desde encontrar un cofre con collares de fantasía hasta llaves sueltas sin dirección o pista. A veces mientras trabajaba (porque era un trabajo) dejaba prendida en el otro cuarto la televisión a todo volumen para sentirme acompañada. Miré cada papel, cada cubierto, cada rincón. Encontré una gran caja de madera llena de botones y entendí que de todas las prendas que habían pasado por sus manos, los había arrancado. Me acuerdo su apego a las ollas gastadas y negruzcas. Una vez discutí con ella cuando vi que la señora que le cocinaba se quemaba las manos porque tenía que agarrar con un trapo una olla ya sin mango, y cuando le llevé una nueva y quise tirar la rota, me gritó llorando que no se tira. Cuando finalmente me tocó vaciar la cocina, las tiré a todas. La caja con los botones la conservo y de vez en cuando la abro y recuerdo, en esa caja quedó guardado el olor de su casa.
Cada tanto me paro firme como pasando lista a una tropa, observo lo que me rodea y en un arranque de osadía, tiro algo de mis cosas. Hace poco hice desaparecer mi primera cámara de fotos. Una instamatic, de esas que venían con el rollo en un cartucho, el flash en un cubo y las fotos cuadradas. La tuve guardada mucho tiempo, solamente volvía a tocarla cuando me mudaba o se me ocurría acomodar. Encontré junto a la cámara algunas fotos ya deslucidas y pálidas. Me dio risa ver que en algunas aparezco con mi amada campera amarilla, bien de esa época. 
En una estoy abrazada hombro con hombro con mi amiga Natalí, nuestras caras juveniles bien redondas, sonrientes con el fondo de un desierto. Hace unos días recibí una carta de ella, a quien no veo hace diez años. En la carta me invita a visitarla y me pide que viaje los miles kilómetros que nos separan, que me espera.  A pesar del tiempo que pasó, con su carta sentí que adentro mío se avivó una brasa. 

No hay comentarios: