jueves

Chica boy scout

Me das la espalda y te veo partir hacia el bosque, te vas corriendo con tu machete en alto, cortando la maleza, peleando contra los aborígenes nativos como una chica boy scout sin parar, sin parar. Te vas casi sin despedirte, sabiendo que podés volver. Llegando a algún rellano para fumarte un cigarrillo, que dura nada más que unos instantes y después otra vez a la carga machete en mano. Dale que dale. Se te lastiman, los dedos, las piernas y la frente que pega contra las ramas te deja cicatrices que marcan tu cara.
Solamente parás para dormir un rato, comiendo al paso los frutos silvestres que te ofrece la jungla, que son pocos, algunos amargos y otros hasta tóxicos. Hay monos que te siguen y que te gritan en un idioma extraño, vos los querés correr, no querés que nada detenga tu paso. Llevas tus zapatos de exploradora pero andás sin notar los peligros, los animales salvajes, los bichos, las víboras que te pasan cerca y también los ojos humanos que aparecen entre el follaje y vos como si nada y te miran como para atacarte pero después quedan desorbitados sin entender como es que no tenés miedo, como de tanto rozar lo frágil se te hace coraza.
Podrías parar y sentarte, mirar pausado lo que te rodea, posando los ojos en cada cosa, tomar alguna de esas manos que aparecen brindándose entre las hojas que te arrastrarían lejos de allí, respirar profundo, sentir el perfume frío del bosque, escuchar el cariño de los pájaros, pero vos seguís como topadora arrollando, a pesar de tu confusión, de tus fallas y de todos tus dolores. Esos que te hacen sentir partida y que cargas como un remolino de aire caliente que te crece adentro.
Arremetés y pasás por algunos refugios que te ofrece la selva, que antes construyeron los exploradores para la gente que corre como vos, donde hay albergue y compañía, pero vos seguís de largo, pensando que tal vez mañana, tal vez mañana, pero ahora no. Ahora no. Estudiaste tu manual de supervivencia boy scout, rendiste el examen, y te recibiste.
Hay que seguir y si es necesario en el camino perderlo todo, parece que no te importara, las cosas se te van cayendo, se caen de esa mochila pesada que cargas, y ruedan por el acantilado, unos botones, el teléfono, las fotos, el pasaporte, los ríos de palabras hablados, que te dejan la boca pastosa de tanto usarla. La garganta seca algo herida, rasposa. Estás sorda, estás ciega, estás salvaje, pero no estás muda.
Pero no se qué decís porque a mí no me hablás. Y sin embargo sigo aquí como un soldado y te preparé una sopa, la hice despacito con todas mis partes, las viejas la nuevas las conocidas y desconocidas. Y la recaliento todo el tiempo esperando alerta por si escucho tu voz llegar de lejos, y aparecés de repente y estás con hambre.

No hay comentarios: