viernes

Permiso para tocar

Soñé con mi abuela Syma. No era exactamente ella, ésta era una mujer amable y cálida, una matrona gorda, blanda y muy blanca que llevaba puesto uno de sus típicos batones floreados. Estaba sentada, con la mirada perdida llena de melancolía, pero sin embargo atenta al mundo.
Yo miraba fotos y le iba preguntando quién era cada persona que aparecía. Ella me decía que la mujer de la foto era su propia abuela, y yo lo anotaba debajo de la imagen con un crayón azul.
Estábamos en un lugar mucho espacio y luz. Yo le tomaba la mano y sentía su piel suave, sus dedos agiles a pesar de la edad avanzada, tan rápidos y ligeros para la costura que parecían jóvenes y firmes, redondeados, cálidos a pesar de estar un poco fríos, con su piel arrugada como papel de seda. Su mano de mujer amorosa tocándome, tan viva y tan cerca mío.